Mañanas sin sal
Las gargantas se atoraban
Medio enredadas lloriqueaban.
Las pestañas no ahogadas, vislumbraban.
Amaban la nada.
La lámpara aquietaba a las láminas.
Láminas de miradas y
Bocetos de hadas. Eso, las hadas,
que tejían cuentos de recuerdos
y momentos eléctricos.
Sin trenes, ni bicis, ni botes.
Mudos en lo eterno, vivian de recuerdos.
Esbozaban sonrisas que hacian cosquillas.
Y sus mejillas amarillas los empapaban de risa.
Y la tia alimentaba los peces
que aleteaban especies en su nido.
Y el sonido de castillos
Alentaba a los niños.
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