jueves, 28 de junio de 2012

Versión entregada, no terminada


Segundo Parcial Domiciliario   Política, nueva subjetividad y discurso.
Cátedra: Arfuch
Alumno: Ana Wagner
d) Reflexione en torno a la práctica de la narración, la figura del narrador y las nociones de experiencia y memoria a partir de los elementos que en torno de estas cuestiones despliega el ensayo "El narrador", de Walter Benjamin.
El ensayo El narrador  (1936) es uno de los últimos textos de Benjamin. Podemos adelantar  que algunos de los temas que abarca son la experiencia,  la técnica,  la transmición, de la justicia. La siguiente cita me resulta un buen punto de partida para abordar el texto: “Es como si una facultad que nos parecía inalienable, la más segura entre las seguras, nos fuera arrebatada. Tal, la facultad de intercambiar experiencias.” (p.60).  Esta cita nos permite pensar en violencia. Walter Benjamin escribe este texto después de la Primera Guerra Mundial. Uno de los aspectos más destacable de su propuesta  es la conciencia de que el haber vivido una experiencia tan extrema como la guerra deja sin relato (el ejemplo son los soldados que vuelven mutilados de la guerra). ¿Es posible una experiencia de la guerra? Como bien dice Pablo Oyarzun, la pregunta fundamental que formula Benjamin en este ensayo es la pregunta por la Experiencia. “¿Qué valor tiene todo el patrimonio cultural si no le asociamos experiencia? (…) Sí, admitamoslo: esta pobreza de experiencia no es sólo pobreza en (experiencias) privadas, sino en experiencias humanas en general. Y con ello, una especie de nueva barbarie” (p.11)
Se ha reflexionado desde diversas perspectivas acerca de una supuesta crisis de la experiencia que incluso pone en entredicho la posibilidad de tal experiencia del horror. Ni la inefabilidad como atributo de la muerte ni la crisis de la experiencia, sin embargo, han detenido la producción de relatos sobre la guerra. Por un lado, la destrucción de la experiencia a mano del despliegue de la tecnología. Por el otro, si la experiencia como tal sucumbe, qué es lo que sucumbe con ella, y cuál sería su índice. En la interpretación de Oyarzun, la comunicabilidad de la experiencia refiere a formas de participación en una experiencia común, la cual no está pre-construida, sino que deviene común en la comunicación. Los sujetos se constituyen intersubjetivamente, en la constante exposición a la alteridad. Esto solo es posible en y por la comunicación y así es esencialmente un intercambio de narrativas. Aquí podemos recordar el concepto de Iterabilidad en Derrida. La iterabilidad (otro), ligada a la repetición, estructura la marca de escritura misma.   Entender a la escritura como representación le permite a Derrida introducir el concepto de ausencia: la representación suple la presencia, y no como ruptura de la presencia, sino como reparación y modificación continua. Aparece  el marcar como representar, como hacer presente y en este sentido repara esa ausencia.   Quizás los testimonios sean auténticas proyecciones imaginarias sobre el acontecimiento, o acaso las sombras del siglo todavía nos conminen a sospechar de los semblantes y a renegar del lenguaje en el lugar de lo real.
El tema del lenguaje es tratado por Benjamin en otros de sus escritos, entre ellos “La tarea del traductor”.  El lenguaje es una manifestación del ser, pero el ser y el lenguaje no pueden identificarse. Esta identificación es el abismo que amenaza a las teorías del lenguaje. El lenguaje es el medio por el cual la razón produce, retiene y perfecciona su obra. Es condición y producto de la razón. Benjamin realiza un movimiento de crítica al conocimiento. Todo lo que es se manifiesta; pero no todo es comunicable. Así el lenguaje es comunicación de contenidos espirituales. Asi mismo, el hecho de que haya un lenguaje verbal testifica que no es el único lenguaje. Esto es clave para Benjamin. El conocimiento es una práctica y siempre está en juego una política del conocimiento. Lo que Benjamin va a rescatar es el sentido de justicia de la narración. La narración moldea las experiencias propias y ajenas de la vida humana.
 En el principio del ensayo El narrador retoma dos “arquetipos” de narradores arcaicos, establecidos en la Edad Media, el marino mercante y el campesino sedentario.  Como bien nos advierte Oyarzun, Benjamin incide en las formas de la historiografía, la crónica y la narración, contrastando la  primera con las dos últimas. En el ensayo que estamos releyendo se presenta al narrador como alguien que viene de muy lejos; “Cuando alguien realiza un viaje, puede contar algo” Aquí lo que da su lugar al narrador es la experiencia, su presencia testimonial. “En todos los casos, el narrador es un hombre que tiene consejo para dar al oyente. (…) El consejo es menos la respuesta a una pregunta como una propuesta concerniente a la continuación de la historia (…) Todo esto apunto a lo que está en juego en toda verdadera narración. Trae consigo, abierta u velada, su utilidad” (p.64). En este ensayo Benjamin , pone el acento en el valor de uso de las experiencias. Podríamos proponernos entonces hacer más visible  la relación de  conocimiento y experiencia con la figura del narrador.
 Con la modernidad, la alienación capitalista destruye la sociabilidad del taller de artesanos y transforma al viajero en turista. Siguiendo el desarrollo de Oyarzun, podemos ver que se diferencian y se oponen narración y novela como artesanía y técnica. “La narración (…) es también, por así decirlo, una forma artesanal de la comunicación. No se propone transmitir el puro “en sí” del asunto, como una información o un reporte. Sumerge el asunto en la vida del relator, para poder luego recuperarlo desde allí. Así, queda adherida a la narración la huella del narrador, como la huella de la mano del alfarero a la superficie de su vasija de arcilla. “(p. 71) De este modo plantea Benjamin  al narrador como un artesano y  al arte de narrar como un oficio.  Historiador, el narrador y el cronista están referidos a dimensiones de la memoria.. La narración se sirve de la memoria, que es caprichosa, no intencional, a diferencia de la novela que se sirve de la rememoración y está guiada por la intención. Los criterios de verdad son distintos. La narración deja abierto el por qué de los hechos y es más flexible . La novela ya no es un relato para ser compartido sino que es producida con expresa destinación al libro. Y está más dirigida a in-formar a los sujetos receptores, determinando su interés, que a suministrar elementos para la conducción de la vida o la orientación del mundo.  La oposición más fuerte entre narración y novela tal vez tendrá que ver con el tipo de experiencia colectiva en la primera e individual en la segunda.
¿Cuáles son las condiciones de posibilidad y estructuras que dan lugar a la práctica narrativa?
Esta pregunta que abre Benjamin en su ensayo  cobra valor también aquí.  En el caso de la experiencia Argentina,  la crisis del 2001 la podemos tomar  como punto de quiebre del relato de la propia historia.  Tomo este hecho como habilitante para desarrollar los conceptos de experiencia, transmisión, memoria, justicia, relato, narración, entre otros.  
En lugar de la experiencia (abierta) la modernidad habría instalado el dominio de la información (cerrada) y reemplazado el régimen de la transmisión por el de la explicación.  “El hombre de hoy ya no trabaja en lo que es susceptible de ser abreviado. De hecho, ha logrado abreviar incluso la narración. Hemos vivido el desarrollo del short story que se ha sustraído de la tradición oral y ya no permite aquella superposición de capas delgadas y transparentes, la cual ofrece la imagen más acertada del modo y manera en que la narración perfecta emerge de la estratificación de múltiples relatos sucesivos.” (p. 73) El concepto de experiencia en Benjamín es una forma de establecer redes capilares entre textos y contextos. Sus análisis tienden estas redes capilares porque tratan el material heterogéneo como citas que se entrelazan.
Como venimos sosteniendo, la experiencia es un tema fundamental en Benjamin.  Sin muchas pretensiones me interesa releer la crisis del 2001 en Argentina rescatando la construcción de un nuevo discurso a partir de esa experiencia traumática.  
 En el 2001 en Argentina se puede observar una crisis institucional, de hegemonía y legitimidad; palpable en el estallido en la plaza de Mayo. Frente al gran colapso  del 2001, Néstor Kirchner llego al poder con el 22% de los votos, votos prestados del duhaldismo y del peronismo tradicional. Frente a la sociedad fragmentada, las instituciones deterioradas, el contexto de los ciudadanos que proclamaban “que se vayan todos” Nestor Kirchner tuvo capacidad de visión y a través de una estructura de poder vertical y una forma decisionista ( Hugo Quiroga, en La república desolada)  logró salir de la crisis con el plan del ministro de economía de Duhalde, Lavagna.  El estallido responde a un descontento colectivo con las autoridades del gobierno, pero que no llegó a poner en tela de juicio al propio sistema representativo (democracia).  En el contexto de crisis de las instituciones fue la nacionalidad aquello que mantuvo vivo al pueblo argentino durante ese período de crisis y que decidió mantener a la democracia como régimen político. Ahora bien, es en este contexto de crisis y de una sociedad anómica” (tal como lo plantea Sidicaro en términos, durkheimianos) donde existía un Estado fragmentado y carente de legitimidad, que no poseía normas políticas firmes y donde los ámbitos de control del Estado carecían del peso suficiente. La sociedad se ve desestructurada por la caída de las normas políticas y por la ausencia de lazos orgánicos entre los individuos, hecho que presenta a la sociedad de la época no como un todo sino como un conjunto de partes. Lo que  venía caracterizando  al país era la extranjerización de la economía que fue acompañada por la privatización de empresas. Las altas tasas de interés financieras impuestas por los bancos provocaron que las PYMES no alcanzaran a pagarlas, o, las que lograron sobrevivir lo hicieron de la mano de despidos y salarios baratos. Los aumentos de los porcentajes de desocupación y los salarios devaluados fueron los protagonistas de esa época. Los únicos beneficiados fueron los actores representantes del capital financiero y especulativo. La corrupción vino de la mano de la neoliberalización; con la desregulación estatal la corrupción fue característica de la década, además de los claros clientelismos políticos y los beneficios materiales que se obtenían con los cargos políticos.
Es en este contexto que Néstor  Kirchner llega al poder. “En una situación de desorden radical, el “orden” está presente como aquello que está ausente; pasa a ser un significado vacío, el significante de esa ausencia” (Laclau, p.. 84). Sidicaro sostiene que el kirchnerismo se aprovechó de esta fragmentación social para, a través de la clase política, “fabricar” un representado imponiéndole un panorama y una visón del mundo propia de los intereses del representante. En términos de Pierre Bourdieu “se fuerza un sentido”, la fragmentación no encuentra sentidos y los individuos necesitan de él para vivir, he aquí la aparición de un líder político que dotará de sentido una sociedad que se ve carente del mismo.  “el representante o portavoz crea al representado al ofrecerle criterios de visión y de (di)visión del espacio social y político, y que su prédica opera en la construcción de una actor colectivo movilizado”. Es difícil encontrar representación en la fragmentación porque no hay un colectivo. Por lo que se debe representar a cada uno en particular a partir de una figura que sirva como punto de unión. Kirchner ocupó ese punto de unión entre los lazos fragmentados de la sociedad, donde todos los fragmentos creyeron que era un buen gobernante, pero todos poseían distintos fundamentos sobre ello. Es por esto que el autor sostiene que Kirchner supo hacer política en condiciones de anomia.  Aquí encaja como fichas un rompecabezas lo expuesto por Benjamin: “El consejo es menos la respuesta a una pregunta como una propuesta concerniente a la continuación de la historia (…)” El Kirchnerismo logró construir un poder que pasara los límites del partido justicialista y del mismo peronismo. Poder sentado en las bases de un universo propio y construido a través de todas las voces anómicas y proliferantes de la sociedad argentina de la época, congregando a dirigentes de procedencias ideológicas diferentes. Dejando atrás todo tipo de lógica partidista, trató de incluir en su proyecto a todo aquel que pudo. Este concepto de líder sin partido nos permite pensar en un posicionamiento político muy hábil, en tanto no busca comprometerse en la representación de ningún sector particular. Pero sin embargo “quedar bien” con todos ellos. De esta manera “el poder de Kirchner pudo extenderse porque estuvo abierto a todos los que aceptasen la apuesta presidencial, sus alianzas no reparan en ideologías ni en pasados”.
Retomando a Laclau podemos agregar a este desarrollo que “precisamente porque la comunidad en cuanto tal no es el puro espacio diferencial de una identidad objetiva sino una plenitud ausente. Ella no puede tener ninguna forma propia de representación y tiene que tomar esta última en préstamo de alguna identidad constituida en el interior del espacio equivalencial.”(p.80) Laclau llama “cadena equivalencial” a un conjunto de demandas específicas, digamos “justicia social”, “dignidad”, “trabajo”,  que aparecen como equivalentes entre sí en tanto que son expresadas por un conjunto acotado de imágenes o palabras sin un contenido propio bien determinado.  De ahí el carácter vago o impreciso del discurso populista, que no se debe a una falencia doctrinaria, sino a las exigencias que impone la necesidad de agregar una pluralidad  de demandas diferentes entre sí en una totalidad unificada. La relación por la que un contenido particular pasa a ser el significante de la plenitud comunitaria ausente, es lo que llama relación hegemónica.  La presencia de significados vacíos es la condición misma de la hegemonía.
Sin entrar en un análisis sobre el kirchnerismo, me interesa rescatar la crisis del 2001 como hecho, como experiencia argentina. Y la resignificación de la nación que se fue construyendo: “Gracias Nestor, tenemos patria”. La idea de patria vuelve a surgir en contraste con “que se vayan todos” de no hace tanto tiempo atrás.
“Narrar historias siempre ha sido el arte de volver a narrarlas, y éste se pierde si las historias ya no se retienen. Se pierde porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído. Cuanto más olvidado de sí mismo está el que escucha, tanto más profundamente se imprime en él lo escuchado.” (p.71) Así podemos leer que la potencia de la narración se apoya en valorar, recuperar, darle espacio a aquello que está a punto de perderse, lo inolvidable. Estas palabras de Benjamin cobran sentido en este contexto Argentino si vemos a la nación a punto de perderse, hasta que no tanto por las condiciones objetivas (si bien la economía empezó su proceso de recuperación rápidamente)  sino más bien por la recuperación del relato de los argentinos, de la historia argentina. Enseguida las políticas por los derechos humanos, recuperar la historia, resignificarla, Uno de los pilares del kirchnerismo con los que pocos pueden oponerse.  En este camino podemos sostener la aparición de algún tipo de justicia en el nuevo relato.  Si bien el proceso  de crisis de las instituciones, de legitimidad y autoridad continúan y acompañan también esa etapa, simultáneamente se dan procesos que con Rosanvallon podemos denominar contra-democracia. “En nuestro tiempo se ha producido una erosión de la confianza en los dirigentes y en las instituciones políticas, erosión que ha formado prácticas, puestas a pruebas, contrapoderes sociales informales y también de instituciones, destinados a compensar la erosión de la confianza mediante una organización de la desconfianza.” Las instituciones ya no poseen la capacidad de socializar a los individuos y “otorgarles” una identidad a través de los profesionales que funcionaban como vinculo entre los valores supra-sociales que poseía la institución y los individuos. Ya no son creadoras de subjetividad. Los profesionales y los individuos ya no se ven cooptados por instituciones “totales” o tradicionalismos que los subyacen y los construyen como sujetos. El proceso de desinstitucionalización debilita considerablemente esta representación.
Aparecen de esta manera nuevos espacios sociales de creación de identidades por fuera de estas viejas instituciones, trayendo consigo una pluralidad de nuevas demandas. “Entendemos que los modos en que los actores, en su proceso de demanda de justicia, ponen en práctica sus derechos crea un espacio público de lucha democrática que permite la emergencia de un sujeto político con capacidad de acto y palabra”. En los reclamos por los derechos humanos o los reclamos frente al “gatillo fácil” aparece  la legitimación social del reclamo en contraste con la injusticia vivida. Siguiendo el texto La fuerza del derecho de P. Bourdieu, podemos ampliar nuestra visión del concepto de justicia, teniendo en cuenta que el derecho tiene por excelencia el monopolio de lo simbólico. Los juristas crean las normas y leyes escritas, que le garantiza al derecho la fuerza de la forma. Las reglas se plantean lo mas universalizantes  posibles para que el luego el juez se encuentre parado como tercero mediador, en una posición de neutralidad, y no se plantea la noción de árbitro. Dice Bourdieu que el derecho funciona sólo en la medida en que permanece invisible la arbitrariedad que detenta. Al ser las normas laxas  y posibles de ampliar y modificar en alguna de su forma, el juez siempre dispone de un margen de interpretación de las normas y de los casos. Parte de la legitimidad que sigue manteniendo el derecho es que las reglas y normas surgen de las necesidades de las sociedades.  El derecho hace al mundo social en tanto que lo regula. Tiene el monopolio de regular el orden social, y mantenerlo. Para eso tiene diferentes mecanismos que le permiten mantener el monopolio. Además de la fuerza de la forma, la regla codificada, es muy importante que los juristas detentan la palabra autorizada. Retomando  nuestro planteo inicial, podemos ver en el narrador una figura mucho más justa que en el juez, disponiendo de la posibilidad de narrar con mucho más margen, incluyendo la pluralidad de acontecimiento que hacen a la historia, sobretodo con la capacidad de crear matices, a diferencia del juez, que tiene que decidir en blanco o negro. 
Al apartarse de las instituciones, las acciones colectivas contrademocraticas que ejercen un control por fuera de todo partido político hacia las instituciones, se hacen carne en el espacio público. “Las apariciones manifiestan su carácter productivo a partir de la creación de voces horizontales identificadas en un nosotros, que a su vez produce identidad en tanto sentirse parte de ello”.  
Quiroga sostiene que tanto la sociedad civil como los medios de comunicación son los encargados de controlar al Estado, de funcionar como contrapoderes. Podemos incluir entonces la sanción de La Ley de medios impulsada desde el gobierno, como paso a favor de la pluralidad de voces.
Siguiendo con el planteo de Quiroga podemos ver que el kirchnerismo también se encargó de la creación de la otredad: creó un enemigo íntimo. Enemigo al que no solo le dedicará gran parte de sus discursos (“¿Qué te pasa clarín, estas nervioso?”) y de su accionar político. En el análisis de Sidicaro, con la creación de este enemigo, busco obtener consenso público, generando a partir de este consenso hegemonía e identidad.  En Laclau, una clase o grupo es considerado como hegemónico cuando no se cierra en una estrecha perspectiva corporativista sino que se presenta amplios sectores de la población tales como la emancipación o la restauración del orden social. (p.82). En términos de Bourdieu, podemos agregar que crea representados.  Este enemigo tiene la peculiaridad de ser medio de información.  La disputa por el relato se vuelve más visible.
Dice Benjamin que el arte de narrar estriba en mantener una historia libre de explicaciones al paso que se la relata.  Con la propagación de la información, pareciera que el arte de narrar “se ha vuelto raro”. “(La información) sólo vive en ese instante, tiene que entregarse totalmente a él sin perder tiempo. Distintamente la narración; ella no se desgasta. Mantiene su fuerza acumulada, y es capaz de desplegarse aún después de largo tiempo.”(p.69) En el caso del kirchnerismo podemos ver como se fue dio un proceso de construcción a tal punto de asumir con  el 45% de los votos  en el 2007, que cuantificó la legitimidad del kirchnerismo.  
Según Sidicaro, el kirchnerismo no pudo construir el mito fundador que legitime sus tomas de posición y poderes, y no pudo construir/crear al enemigo, más que a Clarín. Lo cual, si la oposición es un grupo económico mediático, habla de la crisis de los partidos políticos.
A modo de cierre tomo del texto Benjamin y la deconstrucción, de Jorge Panisi la siguiente cita: “La modernidad implica este pensar dentro de espacios culturales que están regidos por la nación, por el territorio lingüístico y político abarcado por la nación. Pensar estas casi naturalizadas identidades, sin convertir a la lengua en una totalidad trascendente. Pensar el entre es poner un pie hacia el exterior, hacia la traducción, sin abandonar la morada lingüística. Pensar de este modo, en la suposición del arraigo que el pensamiento mantiene con el recinto lingüístico implica la posibilidad de una expansión. En los presupuestos de los nacionalismos están las pretensiones a la universalidad, a una expansión universal. La filosofía es ese discurso que se expande con pretensiones de universalidad, pero su afán está contenido por el destino de la lengua que no le acaece como si fuese un accidente inesencial: traducir es una operación que atañe a la presencia del otro: la otra lengua, la otra cultura, el otro pensamiento y la relación con lo otro. Incluso la traducción en los límites de una misma lengua deja vislumbrar la sombra de lo otro. Cuando hablamos una lengua la experiencia de la traducción instala la comodidad y la incomodidad simultáneas de una no coincidencia perpetua con el sentido. Una forma de la traducción.” 

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