Segundo Parcial Domiciliario
Política, nueva subjetividad y discurso.
Cátedra: Arfuch
Alumno: Ana Wagner
d) Reflexione en torno a la práctica de
la narración, la figura del narrador y las nociones de experiencia y memoria a
partir de los elementos que en torno de estas cuestiones despliega el ensayo
"El narrador", de Walter Benjamin.
El ensayo El narrador (1936) es uno de los últimos textos de
Benjamin. Podemos adelantar que algunos
de los temas que abarca son la experiencia,
la técnica, la transmición, de la
justicia. La siguiente cita me resulta un buen punto de partida para abordar el
texto: “Es como si una facultad que nos parecía inalienable, la más segura
entre las seguras, nos fuera arrebatada. Tal, la facultad de intercambiar
experiencias.” (p.60). Esta cita nos
permite pensar en violencia. Walter Benjamin escribe este texto después de la
Primera Guerra Mundial. Uno de los aspectos más destacable de su propuesta es la conciencia de que el haber vivido una
experiencia tan extrema como la guerra deja sin relato (el ejemplo son los soldados
que vuelven mutilados de la guerra). ¿Es posible una experiencia de la guerra? Como bien dice Pablo Oyarzun, la pregunta fundamental que
formula Benjamin en este ensayo es la pregunta por la Experiencia. “¿Qué valor
tiene todo el patrimonio cultural si no le asociamos experiencia? (…) Sí,
admitamoslo: esta pobreza de experiencia no es sólo pobreza en (experiencias)
privadas, sino en experiencias humanas en general. Y con ello, una especie de
nueva barbarie” (p.11)
Se ha reflexionado desde diversas perspectivas acerca de una
supuesta crisis de la experiencia que incluso pone en entredicho la posibilidad
de tal experiencia del horror. Ni la inefabilidad como atributo de la muerte ni
la crisis de la experiencia, sin embargo, han detenido la producción de relatos
sobre la guerra. Por un lado, la
destrucción de la experiencia a mano del despliegue de la tecnología. Por el
otro, si la experiencia como tal sucumbe, qué es lo que sucumbe con ella, y
cuál sería su índice. En la interpretación de Oyarzun, la comunicabilidad de la
experiencia refiere a formas de participación en una experiencia común, la cual
no está pre-construida, sino que deviene común en la comunicación. Los sujetos
se constituyen intersubjetivamente, en la constante exposición a la alteridad. Esto
solo es posible en y por la comunicación y así es esencialmente un intercambio
de narrativas. Aquí podemos recordar el concepto de Iterabilidad en Derrida. La
iterabilidad (otro), ligada a la repetición, estructura la marca de escritura
misma. Entender a la escritura como representación le permite a Derrida introducir
el concepto de ausencia: la representación suple la presencia, y no como
ruptura de la presencia, sino como reparación y modificación continua. Aparece
el marcar como representar, como hacer presente y en este sentido repara
esa ausencia. Quizás los
testimonios sean auténticas proyecciones imaginarias sobre el acontecimiento, o
acaso las sombras del siglo todavía nos conminen a sospechar de los semblantes
y a renegar del lenguaje en el lugar de lo real.
El tema del lenguaje es tratado por
Benjamin en otros de sus escritos, entre ellos “La tarea del traductor”. El lenguaje es una manifestación del ser, pero
el ser y el lenguaje no pueden identificarse. Esta identificación es el abismo
que amenaza a las teorías del lenguaje. El lenguaje es el medio por el cual la razón
produce, retiene y perfecciona su obra. Es condición y producto de la razón.
Benjamin realiza un movimiento de crítica al conocimiento. Todo lo que es se manifiesta;
pero no todo es comunicable. Así el lenguaje es comunicación de contenidos
espirituales. Asi mismo, el hecho de que haya un lenguaje verbal testifica que
no es el único lenguaje. Esto es clave para Benjamin. El conocimiento es una
práctica y siempre está en juego una política del conocimiento. Lo que Benjamin
va a rescatar es el sentido de justicia de la narración. La narración moldea
las experiencias propias y ajenas de la vida humana.
En el principio del ensayo El narrador retoma
dos “arquetipos” de narradores arcaicos, establecidos en la Edad Media, el
marino mercante y el campesino sedentario. Como bien nos advierte Oyarzun, Benjamin
incide en las formas de la historiografía, la crónica y la narración,
contrastando la primera con las dos
últimas. En el ensayo que estamos releyendo se presenta al narrador como
alguien que viene de muy lejos; “Cuando alguien realiza un viaje, puede contar
algo” Aquí lo que da su lugar al narrador es la experiencia, su presencia
testimonial. “En todos los casos, el narrador es un hombre que tiene consejo
para dar al oyente. (…) El consejo es menos la respuesta a una pregunta como
una propuesta concerniente a la continuación de la historia (…) Todo esto
apunto a lo que está en juego en toda verdadera narración. Trae consigo,
abierta u velada, su utilidad” (p.64). En este ensayo Benjamin , pone el acento en el valor de uso de las
experiencias. Podríamos proponernos
entonces hacer más visible la
relación de conocimiento y experiencia
con la figura del narrador.
Con la modernidad, la alienación capitalista destruye
la sociabilidad del taller de artesanos y transforma al viajero en turista. Siguiendo
el desarrollo de Oyarzun, podemos ver que se diferencian y se oponen narración
y novela como artesanía y técnica. “La
narración (…) es también, por así decirlo, una forma artesanal de la
comunicación. No se propone transmitir el puro “en sí” del asunto, como una
información o un reporte. Sumerge el asunto en la vida del relator, para poder
luego recuperarlo desde allí. Así, queda adherida a la narración la huella del
narrador, como la huella de la mano del alfarero a la superficie de su vasija
de arcilla. “(p. 71) De este modo plantea Benjamin al narrador como un artesano y al arte de narrar como un oficio. Historiador, el narrador y el cronista están referidos
a dimensiones de la memoria.. La narración se sirve de la memoria, que es
caprichosa, no intencional, a diferencia de la novela que se sirve de la
rememoración y está guiada por la intención. Los criterios de verdad son
distintos. La narración deja abierto el por qué de los hechos y es más flexible
. La novela ya no es un relato para ser compartido sino que es producida con
expresa destinación al libro. Y está más dirigida a in-formar a los sujetos
receptores, determinando su interés, que a suministrar elementos para la
conducción de la vida o la orientación del mundo. La oposición más fuerte entre narración y
novela tal vez tendrá que ver con el tipo de experiencia colectiva en la
primera e individual en la segunda.
¿Cuáles son las condiciones de
posibilidad y estructuras que dan lugar a la práctica narrativa?
Esta pregunta que abre Benjamin en su ensayo cobra valor también aquí. En el caso de la experiencia Argentina, la crisis del 2001 la podemos tomar como punto de quiebre del relato de la propia
historia. Tomo este hecho como
habilitante para desarrollar los conceptos de experiencia, transmisión, memoria,
justicia, relato, narración, entre otros.
En lugar de la experiencia (abierta) la modernidad habría
instalado el dominio de la información (cerrada) y reemplazado el régimen de la
transmisión por el de la explicación. “El hombre de hoy ya no trabaja en lo que es
susceptible de ser abreviado. De hecho, ha logrado abreviar incluso la
narración. Hemos vivido el desarrollo del short story que se ha sustraído de la
tradición oral y ya no permite aquella superposición de capas delgadas y
transparentes, la cual ofrece la imagen más acertada del modo y manera en que
la narración perfecta emerge de la estratificación de múltiples relatos
sucesivos.” (p. 73) El concepto de
experiencia en Benjamín es una forma de establecer redes capilares entre textos
y contextos. Sus análisis tienden estas redes capilares porque tratan el
material heterogéneo como citas que se entrelazan.
Como venimos sosteniendo, la
experiencia es un tema fundamental en Benjamin. Sin muchas pretensiones me interesa releer la
crisis del 2001 en Argentina rescatando la construcción de un nuevo discurso a
partir de esa experiencia traumática.
En el 2001 en Argentina se puede observar una
crisis institucional, de hegemonía y legitimidad; palpable en el estallido en
la plaza de Mayo. Frente al gran colapso del 2001, Néstor Kirchner llego al poder con
el 22% de los votos, votos prestados del duhaldismo y del peronismo
tradicional. Frente a la sociedad fragmentada, las instituciones deterioradas,
el contexto de los ciudadanos que proclamaban “que se vayan todos” Nestor
Kirchner tuvo capacidad de visión y a través de una estructura de poder
vertical y una forma decisionista ( Hugo Quiroga, en La república desolada) logró salir de la crisis con el plan del
ministro de economía de Duhalde, Lavagna.
El estallido responde a un descontento colectivo con las autoridades del
gobierno, pero que no llegó a poner en tela de juicio al propio sistema
representativo (democracia). En el
contexto de crisis de las instituciones fue la nacionalidad aquello que mantuvo
vivo al pueblo argentino durante ese período de crisis y que decidió mantener a
la democracia como régimen político. Ahora bien, es en este contexto de crisis
y de una sociedad “anómica” (tal
como lo plantea Sidicaro en términos, durkheimianos) donde existía un Estado
fragmentado y carente de legitimidad, que no poseía normas políticas firmes y
donde los ámbitos de control del Estado carecían del peso suficiente. La
sociedad se ve desestructurada por la caída de las normas políticas y por la
ausencia de lazos orgánicos entre los individuos, hecho que presenta a la
sociedad de la época no como un todo sino como un conjunto de partes. Lo
que venía caracterizando al país era la extranjerización de la economía
que fue acompañada por la privatización de empresas. Las altas tasas de interés
financieras impuestas por los bancos provocaron que las PYMES no alcanzaran a
pagarlas, o, las que lograron sobrevivir lo hicieron de la mano de despidos y
salarios baratos. Los aumentos de los porcentajes de desocupación y los
salarios devaluados fueron los protagonistas de esa época. Los únicos
beneficiados fueron los actores representantes del capital financiero y
especulativo. La corrupción vino de la mano de la neoliberalización; con la
desregulación estatal la corrupción fue característica de la década, además de
los claros clientelismos políticos y los beneficios materiales que se obtenían
con los cargos políticos.
Es en este contexto que Néstor Kirchner llega al poder. “En una situación de
desorden radical, el “orden” está presente como aquello que está ausente; pasa
a ser un significado vacío, el significante de esa ausencia” (Laclau, p.. 84). Sidicaro
sostiene que el kirchnerismo se aprovechó de esta fragmentación social para, a
través de la clase política, “fabricar” un representado imponiéndole un
panorama y una visón del mundo propia de los intereses del representante. En
términos de Pierre Bourdieu “se fuerza un sentido”, la fragmentación no
encuentra sentidos y los individuos necesitan de él para vivir, he aquí la
aparición de un líder político que dotará de sentido una sociedad que se ve
carente del mismo. “el representante o portavoz crea al
representado al ofrecerle criterios de visión y de (di)visión del espacio
social y político, y que su prédica opera en la construcción de una actor
colectivo movilizado”. Es difícil encontrar representación en la fragmentación
porque no hay un colectivo. Por lo que se debe representar a cada uno en
particular a partir de una figura que sirva como punto de unión. Kirchner ocupó
ese punto de unión entre los lazos fragmentados de la sociedad, donde todos los
fragmentos creyeron que era un buen gobernante, pero todos poseían distintos
fundamentos sobre ello. Es por esto que el autor sostiene que Kirchner supo
hacer política en condiciones de anomia. Aquí
encaja como fichas un rompecabezas lo expuesto por Benjamin: “El consejo es
menos la respuesta a una pregunta como una propuesta concerniente a la
continuación de la historia (…)” El Kirchnerismo logró construir un
poder que pasara los límites del partido justicialista y del mismo peronismo.
Poder sentado en las bases de un universo propio y construido a través de todas
las voces anómicas y proliferantes de la sociedad argentina de la época,
congregando a dirigentes de procedencias ideológicas diferentes. Dejando atrás
todo tipo de lógica partidista, trató de incluir en su proyecto a todo aquel
que pudo. Este concepto de líder sin
partido nos permite pensar en un posicionamiento político muy hábil, en
tanto no busca comprometerse en la representación de ningún sector particular.
Pero sin embargo “quedar bien” con todos ellos. De esta manera “el poder de
Kirchner pudo extenderse porque estuvo abierto a todos los que aceptasen la
apuesta presidencial, sus alianzas no reparan en ideologías ni en pasados”.
Retomando a Laclau podemos agregar a este desarrollo que “precisamente
porque la comunidad en cuanto tal no es el puro espacio diferencial de una
identidad objetiva sino una plenitud ausente. Ella no puede tener ninguna forma
propia de representación y tiene que tomar esta última en préstamo de alguna
identidad constituida en el interior del espacio equivalencial.”(p.80) Laclau llama “cadena
equivalencial” a un conjunto de demandas específicas, digamos
“justicia social”, “dignidad”, “trabajo”, que aparecen como equivalentes
entre sí en tanto que son expresadas por un conjunto acotado de imágenes o
palabras sin un contenido propio bien determinado. De ahí el carácter
vago o impreciso del discurso populista, que no se debe a una falencia
doctrinaria, sino a las exigencias que impone la necesidad de agregar una
pluralidad de demandas diferentes entre sí en una totalidad unificada. La
relación por la que un contenido particular pasa a ser el significante de la
plenitud comunitaria ausente, es lo que llama relación hegemónica. La presencia de significados vacíos es la
condición misma de la hegemonía.
Sin entrar en un análisis sobre el kirchnerismo, me interesa
rescatar la crisis del 2001 como hecho, como experiencia argentina. Y la
resignificación de la nación que se fue construyendo: “Gracias Nestor, tenemos
patria”. La idea de patria vuelve a surgir en contraste con “que se vayan todos”
de no hace tanto tiempo atrás.
“Narrar historias siempre ha sido el
arte de volver a narrarlas, y éste se pierde si las historias ya no se
retienen. Se pierde porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta
oído. Cuanto más olvidado de sí mismo está el que escucha, tanto más
profundamente se imprime en él lo escuchado.” (p.71) Así podemos leer que la potencia
de la narración se apoya en valorar, recuperar, darle espacio a aquello que
está a punto de perderse, lo inolvidable. Estas palabras de Benjamin cobran
sentido en este contexto Argentino si vemos a la nación a punto de perderse,
hasta que no tanto por las condiciones objetivas (si bien la economía empezó su
proceso de recuperación rápidamente) sino más bien por la recuperación del relato
de los argentinos, de la historia argentina. Enseguida las políticas por los
derechos humanos, recuperar la historia, resignificarla, Uno de los pilares del
kirchnerismo con los que pocos pueden oponerse. En este camino podemos
sostener la aparición de algún tipo de justicia en el nuevo relato. Si bien el proceso de crisis de las instituciones, de legitimidad
y autoridad continúan y acompañan también esa etapa, simultáneamente se dan procesos
que con Rosanvallon podemos denominar contra-democracia. “En nuestro tiempo se
ha producido una erosión de la confianza en los dirigentes y en las
instituciones políticas, erosión que ha formado prácticas, puestas a pruebas,
contrapoderes sociales informales y también de instituciones, destinados a
compensar la erosión de la confianza mediante una organización de la desconfianza.”
Las instituciones ya no poseen la capacidad de socializar a los individuos y
“otorgarles” una identidad a través de los profesionales que funcionaban como
vinculo entre los valores supra-sociales que poseía la institución y los
individuos. Ya no son creadoras de subjetividad. Los profesionales y los
individuos ya no se ven cooptados por instituciones “totales” o
tradicionalismos que los subyacen y los construyen como sujetos. El proceso de
desinstitucionalización debilita considerablemente esta representación.
Aparecen de esta manera
nuevos espacios sociales de creación de identidades por fuera de estas viejas
instituciones, trayendo consigo una pluralidad de nuevas demandas. “Entendemos
que los modos en que los actores, en su proceso de demanda de justicia, ponen
en práctica sus derechos crea un espacio público de lucha democrática que
permite la emergencia de un sujeto político con capacidad de acto y palabra”. En
los reclamos por los derechos humanos o los reclamos frente al “gatillo fácil” aparece
la legitimación social del reclamo en
contraste con la injusticia vivida. Siguiendo el texto La fuerza del derecho de P.
Bourdieu, podemos ampliar nuestra visión del concepto de justicia, teniendo en
cuenta que el derecho tiene por excelencia el monopolio de lo simbólico. Los
juristas crean las normas y leyes escritas, que le garantiza al derecho la
fuerza de la forma. Las reglas se plantean lo mas universalizantes posibles para que el luego el juez se
encuentre parado como tercero mediador, en una posición de neutralidad, y no se
plantea la noción de árbitro. Dice Bourdieu que el derecho funciona sólo en la
medida en que permanece invisible la arbitrariedad que detenta. Al ser las
normas laxas y posibles de ampliar y
modificar en alguna de su forma, el juez siempre dispone de un margen de
interpretación de las normas y de los casos. Parte de la legitimidad que sigue
manteniendo el derecho es que las reglas y normas surgen de las necesidades de
las sociedades. El derecho hace al mundo
social en tanto que lo regula. Tiene el monopolio de regular el orden social, y
mantenerlo. Para eso tiene diferentes mecanismos que le permiten mantener el
monopolio. Además de la fuerza de la forma, la regla codificada, es muy
importante que los juristas detentan la palabra autorizada. Retomando nuestro planteo inicial, podemos ver en el
narrador una figura mucho más justa que en el juez, disponiendo de la
posibilidad de narrar con mucho más margen, incluyendo la pluralidad de
acontecimiento que hacen a la historia, sobretodo con la capacidad de crear
matices, a diferencia del juez, que tiene que decidir en blanco o negro.
Al apartarse de las instituciones, las acciones colectivas
contrademocraticas que ejercen un control por fuera de todo partido político
hacia las instituciones, se hacen carne en el espacio público. “Las apariciones
manifiestan su carácter productivo a partir de la creación de voces
horizontales identificadas en un nosotros, que a su vez produce identidad en
tanto sentirse parte de ello”.
Quiroga sostiene que tanto la sociedad civil como los medios de comunicación
son los encargados de controlar al Estado, de funcionar como contrapoderes. Podemos
incluir entonces la sanción de La Ley de medios impulsada desde el gobierno,
como paso a favor de la pluralidad de voces.
Siguiendo con el planteo de Quiroga podemos ver que el
kirchnerismo también se encargó de la creación de la otredad: creó un enemigo íntimo.
Enemigo al que no solo le dedicará gran parte de sus discursos (“¿Qué te pasa
clarín, estas nervioso?”) y de su accionar político. En el análisis de
Sidicaro, con la creación de este enemigo, busco obtener consenso público,
generando a partir de este consenso hegemonía e identidad. En Laclau, una clase o grupo es considerado
como hegemónico cuando no se cierra en una estrecha perspectiva corporativista
sino que se presenta amplios sectores de la población tales como la
emancipación o la restauración del orden social. (p.82). En términos de
Bourdieu, podemos agregar que crea representados. Este enemigo tiene la peculiaridad de ser
medio de información. La disputa por el
relato se vuelve más visible.
Dice
Benjamin que el arte de narrar estriba en mantener una historia libre de explicaciones
al paso que se la relata. Con la
propagación de la información, pareciera que el arte de narrar “se ha vuelto
raro”. “(La información) sólo vive en ese instante, tiene que entregarse
totalmente a él sin perder tiempo. Distintamente la narración; ella no se
desgasta. Mantiene su fuerza acumulada, y es capaz de desplegarse aún después
de largo tiempo.”(p.69) En el caso del kirchnerismo podemos ver como se fue dio
un proceso de construcción a tal punto de asumir con el 45% de los votos en el 2007, que cuantificó la legitimidad del
kirchnerismo.
Según Sidicaro, el kirchnerismo no pudo construir el mito fundador que
legitime sus tomas de posición y poderes, y no pudo construir/crear al enemigo,
más que a Clarín. Lo cual, si la oposición es un grupo económico mediático,
habla de la crisis de los partidos políticos.
A modo de cierre tomo del texto Benjamin y la
deconstrucción, de Jorge Panisi la siguiente cita: “La modernidad implica este
pensar dentro de espacios culturales
que están regidos por la nación, por el
territorio lingüístico y político abarcado por la nación. Pensar estas casi
naturalizadas identidades, sin convertir a la lengua en una totalidad
trascendente. Pensar el entre es poner un pie hacia el exterior, hacia la traducción, sin abandonar la morada lingüística.
Pensar de este modo, en la suposición del arraigo que el pensamiento mantiene
con el recinto lingüístico implica la
posibilidad de una expansión. En los presupuestos de los nacionalismos
están las pretensiones a la universalidad, a una expansión universal. La
filosofía es ese discurso que se expande con pretensiones de universalidad,
pero su afán está contenido por el destino de la lengua que no le acaece como
si fuese un accidente inesencial: traducir es una operación que atañe a la
presencia del otro: la otra lengua, la otra cultura, el otro pensamiento y la
relación con lo otro. Incluso la traducción en los límites de una misma lengua
deja vislumbrar la sombra de lo otro. Cuando hablamos una lengua la experiencia
de la traducción instala la comodidad y la incomodidad simultáneas de una no
coincidencia perpetua con el sentido. Una forma de la traducción.”
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