jueves, 10 de mayo de 2012

Derrida entregado


Primer Parcial Domiciliario   Política, nueva subjetividad y discurso.
Cátedra: Arfuch
Alumno: Ana Wagner
En una reflexión argumentada en función de las problemáticas y discusiones planteadas hasta aquí en la bibliografía y en las clases teórico/prácticas, comente sintéticamente alguno de los siguientes pasajes, desplegando los conceptos y relaciones que considere pertinentes:

3. "Toda escritura debe, pues, para ser lo que es, poder funcionar en la ausencia radical de todo destinatario empíricamente determinado en general. Y esta ausencia no es una modificación continua de la presencia, es una ruptura de presencia, la `muerte´ o la posibilidad de la `muerte´ del destinatario inscrita en la estructura de la marca". [...] "Lo que vale para el destinatario, vale también por las mismas razones para el emisor o el receptor. Escribir es producir una marca que constituirá una especie de máquina productora a su vez, que mi futura desaparición no impedirá que siga funcionando y dando, dándose a leer y a reescribir".
En principio lo que transmite Derrida es la que la escritura trasciende al autor ya que cada lectura hará de lo escrito otro texto. La función de la escritura supone su legibilidad. El código no necesita del autor. Todo código es la condición de posibilidad de sentido, a la vez que condición de imposibilidad, la posibilidad del fracaso. La iterabilidad (otro), ligada a la repetición, estructura la marca de escritura misma.  Resultan esclarecedoras las palabras de Bajtin: “…todo hablante es de por si un contestatario, en mayor o menor medida: él no es un primer hablante, quien haya interrumpido por vez primera el eterno silencio del universo, y él no únicamente presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos, con las cuales su enunciado determinado establece toda suerte de relaciones”[1]. No podemos acercarnos a estos autores sin resaltar la teoría de la otredad y la concepción de un sujeto relacional.  Entender a la escritura como representación le permite a Derrida introducir el concepto de ausencia: la representación suple la presencia, y no como ruptura de la presencia, sino como reparación y modificación continua. Aparece  el marcar como representar, como hacer presente y en este sentido repara esa ausencia.   “Una estructura que no fuese estructuralmente legible-reiterable- más allá de la muerte del destinatario no sería una escritura. Esto implica que no hay código de iterabilidad que sea estructuralmente secreto. La posibilidad de repetir, y en consecuencia, de identificar las marcas está implícita en todo código, hace de este una clave comunicable, transmisible, descifrable, repetible por un tercero, por tanto por todo usuario posible en general. (…)” (p. 356, 367). Aquí queda planteada la teoría de la recepción, en tanto que es la lectura lo que actualiza el texto y queda instaurada una relación.
El valor que toma la ausencia para Derrida tiene que ver con una ruptura en la homogeneidad del sistema que venía planteado por las tradiciones filosóficas.  También influenciado por la teoría lacaniana, incluye al inconsciente como constitutivo del ser humano. La identidad entonces no puede ser entendida en términos de unidad.  La ausencia puede ser de sentido, de la intención, del total control del emisor de lo que quiso decir, ausencia de autoría también. Es la ausencia de referente lo que construye la marca; “El signo nace al mismo tiempo que la imaginación y la memoria, en el momento en que es exigido por la ausencia del objeto en la percepción presente”(p.354). De aquí se desprende el concepto de analogía, el cual asegura las continuidades. Un signo escrito, como marca que permanece, da lugar a la repetición y a la vez siempre tiene la posibilidad de ser sacado de su contexto. El autor  introduce aquí el concepto de fuerza de ruptura, el cual es la estructura misma de la iterabilidad de lo escrito: “dada una estructura de iteración, la intención que anima la iteración no estará nunca presente totalmente a sí misma y a su contenido. La iteración que la estructura a priori introduce ahí una dehiscencia y una rotura esenciales” (p.168). Todo  signo escrito tiene las mismas chances de funcionar como  de ser sacado del encadenamiento en el que está tomado. Es por esto que descarta las condiciones de felicidad,  diferenciándose de Austin. Derrida pone el énfasis sobre el contexto, valorándolo por sobre el texto: “ningún contexto puede cerrarse sobre él” (p.358) e instala la idea de acontecimiento. Sobre este punto entabla una crítica al planteo de Austin, va a decir que el concepto de contexto sufre una “incertidumbre teórica”.
El código es la posibilidad y la imposibilidad de la escritura, concluye Derrida, que tampoco puede cerrarse sobre su iterabilidad esencial o primera “Es algo propio de la estructura de posibilidad del enunciado el poder formarse y poder funcionar como referencia vacía o separada de su referente. Sin esta posibilidad, que es también la iterabilidad general, generable y generalizadora de toda marca, no habría enunciado” (p. 360) Todo signo puede ser citado y así romper con el contexto dado, engendrar nuevos conceptos al infinito de manera absolutamente no saturable. Esta apertura a los efectos de sentido da lugar al concepto de diseminación. Este está sumamente ligado a que hay espacio – tiempo entre cada repetición. Este espaciamiento es el surgimiento de la marca. Queda planteado el lenguaje como una suerte de Foso.
Vale la aclaración que Derrida no propone oponer enunciados citacionales y enunciados-acontecimientos singulares por el otro. En este punto polemiza con lo expuesto por Austín, y ofrece que se tratará de diferentes tipos de marcas o de cadenas de marcas iterables.  Pregunta ¿qué es un éxito cuando la posibilidad de fracaso continúa constituyendo su estructura? Como ya se ha dicho, la intención que anima la iteración no estará nunca presente totalmente a sí misma y a su contenido.  Me parece que la mención a la muerte en  la cita primera alude a esta última pregunta, la posibilidad del fracaso presente en todo enunciado. De modo que concluye que hay una ausencia esencial de la intención de la actualidad del enunciado, que asimismo impide toda saturación de contexto.  Lo mismo respecto a la identidad, que en el caso de la firma se ejemplifica, “para funcionar, para ser legible, una firma debe poseer una forma repetible, iterable, imitable: debe poder desprenderse de la intención presente y singular de su producción. Es su mismidad lo que, alterando su identidad y su singularidad, divide el sello.” (p.371) Pareciera pertinente entonces  mencionar  que el libro en el cual Derrida inscribe este texto es Márgenes de la filosofía. Podríamos ver en el margen un espacio extra-límite que se extiende siempre en los bordes, o más allá de ellos. Me parece que el concepto de diseminación está muy relacionado con este lugar del margen, como lugar de apertura y negando en todo caso la posibilidad de un desciframiento hermenéutico, la clarificación de un sentido o una verdad. “Cada concepto pertenece a una cadena sistemática y constituye él mismo un sistema de predicados. (…) son estos predicados cuya fuerza de generalidad, de generalización y de generatividad se encuentra liberada, injertada sobre un “nuevo” concepto de escritura que corresponde a lo que siempre ha resistido a la vieja organización de fuerzas dominantes que organizaba la jerarquía logocéntrica” (p.371, 372).
 Derrida va a sostener que asistimos a un despliegue histórico cada vez más poderoso  de una escritura general, de la cual el sistema del habla, de la consciencia, del sentido, de la presencia, de la verdad, etc. son un efecto y analizables en cuanto efectos.
Si la muerte representa el límite de la presencia, no termina de funcionar tampoco como límite último. A través de la firma alguien “es” incluso después de muerto, es lo que queda de la identidad. La escritura vuelve a aparecer como trascendente.


[1]Bajtin, M. “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, varias ediciones. Pág. 258.

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